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| Capítulo 13: 1 - Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. 2 - Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios; 3 - sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. 4 - Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos. 5 - Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: "La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo." 6 - Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos. 7 - Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido. 8 - Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla. 9 - Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios. 10 - Estaban, pues, los dos apasionados por ella, pero no se descubrían mutuamente su tormento, 11 - por vergüenza de confesarse el deseo que tenían de unirse a ella, 12 - y trataban afanosamente de verla todos los días. 13 - Un día, después de decirse el uno al otro: "Vamos a casa, que es hora de comer", salieron y se fueron cada uno por su lado. 14 - Pero ambos volvieron sobre sus pasos y se encontraron de nuevo en el mismo sitio. Preguntándose entonces mutuamente el motivo, se confesaron su pasión y acordaron buscar el momento en que pudieran sorprender a Susana a solas. 15 - Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín. 16 - No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho. 17 - Dijo ella a las doncellas: "Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme." 18 - Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la puerta lateral para traer lo que Susana había pedido; no sabían que los ancianos estaban escondidos. 19 - En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella, 20 - y le dijeron: "Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros. 21 - Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas." 22 - Susana gimió: "¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros. 23 - Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor." 24 - Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella, 25 - y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín. 26 - Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría, 27 - y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana. 28 - A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos inicuos contra Susana para hacerla morir. 29 - Y dijeron en presencia del pueblo: "Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín." Mandaron a buscarla, 30 - y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes. 31 - Susana era muy delicada y de hermoso aspecto. 32 - Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le quitase el velo para saciarse de su belleza. 33 - Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían. 34 - Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza. 35 - Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios. 36 - Los ancianos dijeron: "Mientras nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego despachó a las doncellas. 37 - Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella. 38 - Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos. 39 - Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó. 40 - Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven. 41 - No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos." La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte. 42 - Entonces Susana gritó fuertemente: "Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda, 43 - tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí." 44 - El Señor escuchó su voz 45 - y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, 46 - que se puso a gritar: "¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!" 47 - Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: "¿Qué significa eso que has dicho?" 48 - El, de pie en medio de ellos, respondió: "¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel? 49 - ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!" 50 - Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: "Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad." 51 - Daniel les dijo entonces: "Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré." 52 - Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: "Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada, 53 - dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No matarás al inocente y al justo." 54 - Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos." Respondió él: "Bajo una acacia." 55 - "En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio." 56 - Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: "¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón! 57 - Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad. 58 - Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?" El respondió: "Bajo una encina." 59 - En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros." 60 - Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él. 61 - Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio 62 - y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente. 63 - Jilquías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, así como Joaquín su marido y todos sus parientes, por el hecho de que nada indigno se había encontrado en ella. 64 - Y desde aquel día en adelante Daniel fue grande a los ojos del pueblo.
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