ir a: CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 2 CAPÍTULO 3 CAPÍTULO 4 CAPÍTULO 5 CAPÍTULO 6
| Capítulo 3: 1 - Señor omnipotente, Dios de Israel, mi alma en angustia, mi espíritu abatido es el que clama a ti. 2 - Escucha, Señor, ten piedad, porque hemos pecado ante ti. 3 - Pues tú te sientas en tu trono eternamente; mas nosotros por siempre perecemos. 4 - Señor omnipotente, Dios de Israel, escucha la oración los muertos de Israel, de los hijos de aquellos que pecaron contra ti: desoyeron ellos la voz del Señor su Dios, y por eso se han pegado a nosotros estos males. 5 - No te acuerdes de las iniquidades de nuestros padres, sino acuérdate de tu mano y de tu Nombre en esta hora. 6 - Pues eres el Señor Dios nuestro, y nosotros queremos alabarte, Señor. 7 - Para eso pusiste tu temor en nuestros corazones, para que invocáramos tu Nombre. Queremos alabarte en nuestro destierro, porque hemos apartado de nuestro corazón toda la iniquidad de nuestros padres, que pecaron ante ti. 8 - Aquí estamos todavía en nuestro destierro, donde tú nos dispersaste, para que fuésemos oprobio, maldición y condenación por todas las iniquidades de nuestros padres que apartaron del Señor Dios nuestro. 9 - Escucha, Israel, los mandamientos de vida, tiende tu oído para conocer la prudencia. 10 - ¿Por qué, Israel, por qué estás en país de enemigos, has envejecido en un país extraño, 11 - te has contaminado con cadáveres, contado entre los que bajan al seol? 12 - ¡Es que abandonaste la fuente de la sabiduría! 13 - Si hubieras andado por el camino de Dios, habrías vivido en paz eternamente. 14 - Aprende dónde está la prudencia, dónde la fuerza, dónde la inteligencia, para saber al mismo tiempo dónde está la longevidad y la vida, dónde la luz de los ojos y la paz. 15 - Pero ¿quién ha encontrado su mansión, quién ha entrado en sus tesoros? 16 - ¿Dónde están los príncipes de las naciones, y los que dominan las bestias de la tierra, 17 - los que juegan con las aves del cielo, los que atesoran la plata y el oro en que confían los hombres, y cuyo afán de adquirir no tiene fin; 18 - los que labran la plata con cuidado, mas no dejan rastro de sus obras? 19 - Desaparecieron, bajaron al seol, y otros surgieron en su lugar. 20 - Otros más jóvenes que ellos vieron la luz, y vivieron en la tierra; pero el camino de la ciencia no lo conocieron, 21 - ni comprendieron sus senderos. Sus hijos tampoco se preocuparon de ella, quedaron lejos de su camino. 22 - No se oyó hablar de ella en Canaán, ni fue vista en Temán. 23 - Los hijos de Agar, que andan buscando la inteligencia en la tierra, los mercaderes de Madián y de Temán, los autores de fábulas y los buscadores de inteligencia, no conocieron el camino de la sabiduría ni tuvieron memoria de sus senderos. 24 - ¡Oh Israel, qué grande es la casa de Dios, qué vasto el lugar de su dominio! 25 - Grande es y sin límites, excelso y sin medida. 26 - Allí nacieron los famosos gigantes antiguos, de alta estatura y expertos en la guerra. 27 - Pero no fue a éstos a quienes eligió Dios ni les enseñó el camino de la ciencia; 28 - y perecieron por no tener prudencia, por su locura perecieron. 29 - ¿Quién subió al cielo y la tomó? ¿Quién la hizo bajar desde las nubes? 30 - ¿Quién atravesó el mar y la encontró? ¿Quién la traerá a precio de oro puro? 31 - No hay quien conozca su camino, nadie imagina sus senderos. 32 - Pero el que todo lo sabe la conoce, con su inteligencia la escrutó, el que dispuso la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos, 33 - el que envía la luz, y ella va, el que llama, y temblorosa le obedece; 34 - brillan los astros en su puesto de guardia llenos de alegría, 35 - los llama él y dicen: ¡Aquí estamos!, y brillan alegres para su Hacedor. 36 - Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él. 37 - El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado. 38 - Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió.
|
|