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| Capítulo 41: 1 - Tu esperanza se vería defraudada: con sólo mirarlo quedarías aterrado. 2 - ¿No es demasiado feroz para excitarlo? ¿Quién podría resistir ante él? 3 - ¿Quién lo enfrentó, y quedó sano y salvo? ¡Nadie debajo de los cielos! 4 - No dejaré de mencionar sus miembros, hablaré de su fuerza incomparable. 5 - ¿Quién rasgó el exterior de su manto o atravesó su doble coraza? 6 - ¿Quién forzó las puertas de sus fauces? ¡En torno de sus colmillos reina el terror! 7 - Su dorso es una hilera de escudos, trabados por un sello de piedra. 8 - Se aprietan unos contra otros, ni una brisa pasa en medio de ellos. 9 - Están adheridos entre sí, forman un bloque y no se separan. 10 - Su estornudo arroja rayos de luz, sus ojos brillan como los destellos de la aurora. 11 - De sus fauces brotan antorchas, chispas de fuego escapan de ellas. 12 - Sale humo de sus narices como de una olla que hierve sobre el fuego. 13 - Su aliento enciende los carbones, una llamarada sale de su boca. 14 - En su cerviz reside la fuerza y cunde el pánico delante de él. 15 - Sus carnes son macizas: están pegadas a él y no se mueven. 16 - Su corazón es duro como una roca, resistente como una piedra de molino. 17 - Cuando se yergue, tiemblan las olas, se retira el oleaje del mar. 18 - La espada lo toca, pero no se clava, ni tampoco la lanza, el dardo o la jabalina. 19 - El hierro es como paja para él, y el bronce, como madera podrida. 20 - Las flechas no lo hacen huir, las piedras de la honda se convierten en estopa. 21 - La maza le parece una brizna de hierba y se ríe del estruendo del sable. 22 - Tiene por debajo tejas puntiagudas, se arrastra como un rastrillo sobre el barro. 23 - Hace hervir las aguas profundas como una olla, convierte el mar en un pebetero. 24 - Deja detrás de él una estela luminosa: el océano parece cubierto de una cabellera blanca. 25 - No hay en la tierra nadie igual a él, ha sido hecho para no temer nada. 26 - Mira de frente a los más encumbrados, es el rey de las bestias más feroces.
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