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| Capítulo 3: 1 - Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. 2 - Endereza tu corazón, manténte firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. 3 - Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías. 4 - Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu humillación sé paciente. 5 - Porque en el fuego se purifica el oro, y los adeptos a Dios en el honor de la humillación. 6 - Confíate a él, y él, a su vez, te cuidará, endereza tus caminos y espera en él. 7 - Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, para no caer. 8 - Los que teméis al Señor, confiaos a él, y no os faltará la recompensa. 9 - Los que teméis al Señor, esperad bienes, contento eterno y misericordia. 10 - Mirad a las generaciones de antaño y ved: ¿Quién se confió al Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y quedó abandonado? ¿Quién le invocó y fue desatendido? 11 - Que el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en la hora de la tribulación. 12 - ¡Ay de los corazones flacos y las manos caídas, del pecador que va por senda doble! 13 - ¡Ay del corazón caído, que no tiene confianza! por eso no será protegido. 14 - ¡Ay de vosotros que perdisteis el aguante! ¿Qué vais a hacer cuando el Señor os visite? 15 - Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras, los que le aman guardan sus caminos. 16 - Los que temen al Señor buscan su agrado, los que le aman quedan llenos de su Ley. 17 - Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su presencia se humillan. 18 - Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal su misericordia.
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